La amargura

Ciertas personas, movidas por el afán de construir un mundo en el que no pueda penetrar ninguna amenaza externa, fortifican sus defensas contra el exterior (gente desconocida, lugares nuevos, experiencias diferentes) y dejan el interior desguarnecido. Partiendo de esta situación, la amargura comienza a causar daños irreversibles.

El principal objetivo de la amargura (o vitriolo, que diría el médico de mi libro) es contaminar la voluntad. Las personas que sufren este mal van abandonando sus deseos, y al cabo de pocos años ya no consiguen salir de su mundo, pues gastaron enormes reservas de energía construyendo unas murallas altísimas con la intención de que la realidad fuese como habían deseado.

Al evitar los ataques desde el exterior, están limitando también el crecimiento interno. Siguen yendo a sus trabajos, viendo televisión, quejándose de los atascos y teniendo hijos, pero todo eso ocurre de manera automática, sin llegar a entender bien por qué actúan de esta manera –al fin y al cabo, todo está bajo control.

El gran problema del envenenamiento por amargura consiste en que todas las pasiones (odio, amor, desesperación, entusiasmo, curiosidad) dejan también de manifestarse. Transcurrido algún tiempo, ya no le queda al amargado ningún deseo. No tiene ganas de vivir, ni de morir.

Por eso, para los amargados, los héroes y los locos resultan siempre fascinantes: porque no tienen miedo de vivir ni de morir. Tanto los héroes como los locos son indiferentes ante el peligro, y siguen adelante aunque todo el mundo les diga que no deben hacer determinada cosa. El loco se suicida, el héroe se ofrece al martirio en nombre de una causa –pero ambos mueren, y los amargados se pasan muchos días y muchas noches comentando lo absurdo y lo glorioso de ambas acciones.

El amargado crónico sólo nota su enfermedad una vez por semana: las tardes de domingo. Entonces, al no estar trabajando o inmerso en la rutina que alivia los síntomas, se da cuenta de que algo no va bien. Nada bien.
Paulo Coelho/ La amarura

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La verdad es lo que trasciende la aceptación y adaptación. En el camino que llamamos vida, existen muchas señalizaciones. La meta es llegar a nosotros mismos, a lo largo de una travesía en que muchas veces caemos en confusión y desconocimiento. Es necesario atizar el interés en las personas para que podamos recordar quienes somos en realidad y descubrir que la abundancia, plenitud y felicidad son alcanzables.
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