Una sociedad enferma

Una sociedad con varios millones de desempleados, que mata impune y sistemáticamente a sus hijos más inocentes, que administra la justicia según los colores políticos, que miente con descaro y desde las más altas instancias, que viola los pactos más sagrados, que fomenta el odio y el enfrentamiento entre sus miembros, que impide el ejercicio libre de la religión, que destruye la inocencia de los niños desde su más tierna edad, que azuza las pasiones de los jóvenes, que niega que haya acciones buenas y malas con independencia de tiempo y circunstancias, que convierte la escuela en un instrumento ideológico y el poder político en trampolín para el enriquecimiento personal y el crecimiento de los suyos, que se empeña en no tener hijos, en una palabra, una sociedad cuarteada en sus estructuras básicas y removida en sus cimientos éticos es una sociedad decadente y enferma de extrema gravedad.

Si tal sociedad fuese creación de un pesimista empedernido o fruto de una imaginación febril, no causaría ningún tipo de preocupación y hasta podría convertirse en objeto de estudio y reflexión.

Pero si esa sociedad es la nuestra, si es el ámbito en el que vivimos el día a día de nuestro trabajo, de nuestra familia, de nuestras amistades, de nuestros proyectos y de nuestras aspiraciones, entonces las cosas adquieren un dramatismo inusitado y necesita que le apliquemos de inmediato un remedio radical. Por desgracia, esto es lo que nos ocurre a nosotros.

Porque la actual sociedad española es la sociedad decadente y gravemente enferma que he descrito antes. Porque en ella conviven y coexisten todas las lacras denunciadas. Y, además, hasta parte de los mismos eclesiásticos no están a la altura de su misión.

Pero esta sociedad, precisamente porque es la nuestra, no debe ser mirada con desinterés, desprecio u odio. Tampoco con un buenismo enfermizo. Necesita ser amada, pero para ser renovada.

Ahora bien, dado que las enfermedades que la aquejan son muy graves y tienen carácter de metástasis generalizada, no podemos aplicarle una cataplasma. Y cataplasmas serían todos los remedios que no contemplen una profunda regeneración ética de cuantos formamos parte de esa sociedad. Las estructuras son posteriores al uso y abuso de nuestra libertad.

Por eso, ni la justicia, ni la política, ni la escuela, ni la familia, ni la convivencia, ni la economía, ni las finanzas saldrán de la situación calamitosa en que se encuentran si las personas que son jueces, políticos, profesores, economistas, financieros, periodistas y cónyuges no cambian.

En caso contrario, haríamos bueno lo que el refranero español sentenció con extraordinaria justeza y sencillez de formulación: “Distintos perros con los mismos collares”. Si quien está enfermo es el perro –la sociedad– es inútil cambiar el material y color de los collares –instituciones y estructuras sociales–. Hay que cambiar a las personas.

 Francisco Gil Hellín /Arzobispo de Burgos

Mejora tu entorno


Es posible que alguna vez hayas considerado la posibilidad de trabajar para cambiar el mundo y que tus esfuerzos se hayan visto frustrados al descubrir que es una tarea de titanes... porque depende de la transformación y de la participación de muchas personas a tu alrededor. Mucha gente se pregunta: ¿Cuál será mi misión en esta vida? Esperando, tal vez, que la respuesta sea: salvar al mundo.

Cada uno de nosotros, ciertamente, tiene asignada una gran misión: vivir a plenitud y compartir el resultado positivo de ese proceso con los demás. Podemos afectar de manera positiva nuestro entorno inmediato, comenzando por el rescate de valores esenciales, que puestos en práctica nos ayuden a mejorar nuestro espacio familiar. En la medida en que logremos alcanzar con éxito nuestras metas, estaremos influenciando con nuestro ejemplo, entusiasmo y actividad la vida de los demás. Es así como podemos contribuir con la transformación de nuestro mundo.
El comienzo de una nueva etapa, llena de luz, amor y paz, marca la pauta para una época de cambio y crecimiento interior.
Estas aquí, ahora, pudiendo ser partícipe activo de dicha transformación. Tal vez el efecto de nuestro trabajo no se vea inmediatamente, pero dejaremos una estela positiva que cobijará a los nuestros y a todos aquellos que están por venir a este mundo para formar parte de una nueva y más equilibrada humanidad.

Es el momento de recordar verdades sencillas, pues sólo con la puesta en práctica de algunas de ellas podremos participar en la restauración de la paz, la armonía y la prosperidad en nuestro entorno.

Muchas situaciones pueden cambiar, para dar paso a situaciones nuevas. Podemos buscar y alcanzar de nuevo el balance y la armonía que nos permitan recuperar nuestra calidad de vida. Recuperemos el aprecio y el valor por nosotros mismos y por los demás, de manera que tenga sentido realizar el esfuerzo de vivir la diferencia. Sólo entregando lo mejor de nosotros mismos podremos poco a poco mejorar nuestro espacio vital. Recuerda que depende de cada uno de nosotros y de la decisión que tomemos en un momento dado de avocarnos al cumplimiento de nuestra misión.
¿Cómo podemos lograrlo..?

No te sobrecargues. Evita asumir más compromisos y obligaciones de los que en realidad puedes manejar con responsabilidad y eficiencia. Se trata de disfrutar cada cosa que haces y dejar espacio para que puedas compartir con tus seres queridos sin estrés y agotamiento.

Acércate a los tuyos. Es importante que recuperes y mantengas la comunicación con tus seres queridos. Evita criticarlos y juzgarlos en todo momento. Escucha lo que tengan que decir con atención y amor. Compartir con ellos sus inquietudes e intereses los hará sentirse queridos por ti.

Sana el sentimiento. Practica el perdón y la comprensión para sanar todas las heridas de tu corazón. No permitas que el recuerdo difícil o doloroso de algo vivido en el pasado se convierta en resentimiento estimulando tus más bajos sentimientos. Abrete al amor para que fluya lo mejor de ti.

Fija tu atención siempre en lo positivo. Evita fijar tu atención y aferrarte a todo lo negativo que ocurre en tu vida. Cuando lo hacemos nos llenamos de emociones y pensamientos negativos, que transforman nuestra visión de la vida y nuestra manera de ser. Vamos, te invito a buscar y a reconocer todos los aspectos de tu vida cada día, para que puedas apoyarte en ellos y mantener la fortaleza y el optimismo.

Entrega lo mejor de ti. Comienza a repartir a manos llenas lo mejor de ti, hazlo con responsabilidad, amor y excelencia. Ama lo que haces para que el resultado de tu trabajo siempre sea positivo. Esta es la forma de sembrar prosperidad y abundancia en nuestro mundo. ¡Enciende tu luz y deja recuperar la esperanza!

Aplica lo aprendido. No olvides lo que has vivido, leído y escuchado todo este tiempo acerca de cómo puedes mejorar tu vida; este es el momento de poner en práctica parte de todo ese conocimiento. Recuerda que son tus acciones y no tus ideas las que pueden transformar y mejorar tu mundo.
Pregúntate cada día:
¿Qué puedo hacer hoy para mejorar mi vida o la vida de los demás? Y no pierdas el impulso de hacerlo...

Fortalece tu espíritu. Recuerda la importancia de recargar tus baterías espirituales para que cuentes con la fortaleza, la confianza y la fe para perseverar en tu empeño, hasta que logres alcanzar tus metas. Cuando te sientas triste, desanimado o desesperado, cierra los ojos por un instante y reconoce la presencia de Dios en tu interior. Permanece ahí por un momento, orando o simplemente hablando con él; así podrás recuperarte más fácilmente.

Sensibilidad de ruptura

Vivimos tiempos de crisis, que son siempre tiempos para plantarse cambios. En ocasiones serán simples reformas, en otros casos verdaderas rupturas con el pasado. El profesor Carlos Soria, maestro de periodistas, escribía este notable ensayo que se incluye en su libro “Elogio de la intolerancia”. Provocador título que responde a una realidad, porque no podemos olvidar que hay cosas intolerables que deben cambiar.
Permitidme, antes de nada, que vuelva a formular esas preguntas que han inquietado y comprometido a los hombres de todos los tiempos. ¿Cómo va a ser el futuro? Mejor aún: ¿Qué futuro nos espera, a nosotros, a los que nos rodean, a todas las personas con las que compartimos nuestro presente? ¿Podemos hacer algo significativo en la construcción del futuro? jamás ha habido tantos futurólogos, adivinos del porvenir, indagadores de tendencias, echadores de cartas, o astrólogos encaramados en la tapia del más allá. ¿Significa todo esto que el futuro se ha hecho más permeable, o que hemos perdido el respeto al futuro porque se han intuido las leyes que rigen su construcción?


Es cierto que tanto la experiencia histórica como la memoria colectiva de los pueblos nos están permitiendo conocer algunas cosas del futuro. Por ejemplo, esto: que resulta una pasión inútil intentar conocer el futuro por la simple razón de que el futuro... no existe. En un sentido estricto, el conocimiento sólo puede estar referido al pasado, a la historia, a las huellas que el hombre ha ido dejando al caminar.


EL FUTURO ES EXORABLE

Tiene razón Schumacher cuando afirma rotundamente que el futuro está siempre haciéndose. Pero también tiene razón cuando matiza que, además, el futuro se hace principalmente con el material existente. Por eso, si tenemos un profundo conocimiento del pasado; si somos capaces de detectar el pulso y las tendencias emergentes de nuestro tiempo presente, tal vez seamos capaces de predecir algunas notas del futuro. Sólo unas notas. Sólo una predicción esbozada. Sólo un boceto desdibujado. Nunca una predicción total, ni una predicción axiomática, ni una predicción coloreada de certeza.


Ocurre así porque el futuro está entretejido de libertad. El porvenir, lo que puede existir más allá del instante presente, está vertebrado por esa fuerza misteriosa y rebelde de la libertad creadora de los hombres. El futuro no puede ser, en consecuencia, el puro inmovilismo, el no cambio. Pero también se opone al sentido común y a la libertad creadora -que siempre tiene alguna finalidad- entender el futuro en clave de cambio por el cambio, como si el puro y desnudo movimiento, sin cuestionarse ni su por qué ni su para qué, fuera en sí mismo un elemento redentor.


El futuro es siempre exorable, nunca inexorable. No es verdad que nuestro futuro -el futuro de todos- esté ya escrito. Ni sea nítido, ni sea cierto, ni seguro, para nadie, ni menos para una élite de profetas de los tiempos nuevos. El futuro no está determinado, ni es una corriente que fluye inexorablemente en el sentido que marcan unos hipotéticos signos de los tiempos. Tampoco parece cierto que la única alternativa de la sensatez sea arrojarse a la corriente determinista generada por esos signos. El futuro es suficientemente exorable como para que haya que desconfiar de todas las utopías -de todas las utopías desencarnadas- que lucen en su frontispicio la pretensión de que sólo existe un futuro, ese futuro, su futuro. No es así. El futuro termina declinándose en singular pero comienza a gestarse en plural: el futuro se hace a partir de eventuales futuros.
(Ver texto completo / SER PERSONA)

Camino hacia el éxito


El universo permanece en un constante proceso de cambio y renovación. Nosotros también estamos expuestos a experimentar todo tipo de transformaciones a nivel personal y profesional.

Hay cambios que son circunstanciales, producidos por situaciones que se presentan sorpresivamente, y que nos llevan a tomar decisiones casi obligadas, que enfrentamos, donde sólo nos queda aceptar y tratar de sortear los imprevistos de la mejor manera, para convertirlos en una oportunidad de aprender y crecer sin dejarnos afectar profundamente por ellos. Manteniendo una actitud entusiasta, un optimismo realista y mucha creatividad podremos sobrellevar esta etapa con más facilidad para salir airosos de ella.

También están los cambios que nosotros mismos propiciamos, esos momentos que llamamos de locura o más bien de lucidez esencial, donde tomamos el timón de la vida y dejándonos llevar por nuestros sueños e ideales, nos aventuramos muchas veces en contra de la corriente a perseguir nuestras metas. Dejamos la comodidad y la seguridad relativa con la que viviamos y optamos por seguir nuestro propio curso, asumiendo el riesgo de hacerlo en circunstancias usualmente adversas, acompañados sólo con la fe en la Divinidad y la confianza en nosotros mismos.

 En este caso el talento, la voluntad y una gran pasion, sumados a un ingrediente básico para el alcanzar el éxito, que consiste en tener la absoluta certeza de que triunfaremos sin importar los obstáculos que debamos enfrentar, harán la diferencia.
Muchas veces nos dejamos llevar cómodamente por la corriente de la vida, unas veces caemos en lánguidos remansos, momentos quietos, en donde pareciera que todo se detiene y la vida se vuelve plana y hasta aburrido con el tiempo y de repente aparecen otros espacios con rápidas y peligrosas corrientes, las cuales en su momento creímos imposibles de manejar pero que de una u otra forma nos sirvieron para desarrollar fortaleza, resistencia y capacidad de permanencia. ¡La vida es una escuela!

Decidirnos a crecer, aventurar y asumir el riesgo de cambiar el estilo y la direccion de nuestra vida, para buscar el éxito y salir de la mediocridad, hará que tengamos una vida diferente. No hace falta que seamos personas superdotadas para lograrlo, solo necesitamos algo de talento, una pizca de suerte, confianza en nosotros mismos y en la Divinidad, mucho trabajo y perseverancia... estos elementos nos permitirán conseguir todo aquello que siempre hemos deseado.

Con el tiempo, me he dado cuenta que en realidad para triunfar, mas que tener dones y talentos muy especiales, necesitamos tener la claridad de saber quiénes somos y qué queremos hacer el resto de nuestras vidas.

Ingredientes para el éxito

Una visión del futuro. Necesitas definir tus metas. Cuál es el lugar y la dirección hacia donde vas a dirigir tus acciones cada día. Tener una meta de largo alcance, clara, concreta y posible, te ayudará a tener una visión nítida de lo que quieres. Así, podrás enfilar tu barco en la direccion correcta, para que cuando lleguen los vientos de cambio puedas tener el timón firme. Esto te ahorrará tiempo y esfuerzo.

Crear una estrategia. Necesitas elaborar un plan comenzando con pequeñas metas concretas, conseguirlas te llevará a fortalecer tu confianza y a reafirmar tus capacidades para que puedas ponerte metas más grandes con la seguridad de que también podrás alcanzarlas. Paso a paso irás construyendo tu futuro.

Suerte y preparación. Permanece atento para que puedas reconocer las oportunidades, sólo así podrás aprovecharlas en el momento justo en que se te presentan. Tener suerte significa estar preparado para no dejar pasar una oportunidad.

Trabajo y voluntad. Una vez que hayas establecido tu plan de acción, solo te queda ponerte en marcha. Recuerda dar un paso a la vez, pero de forma continua y en la misma dirección. No permitas que las cosas que suceden a tu alrededor dispersen tu atencion. No abandones el camino, aprende a disfrutar del trabajo y del proceso que te llevará a alcanzar el exito.

Confía en la vida. Adelante, decide cambiar el rumbo de tu vida, envuélvete en nuevas aventuras sabiendo de antemano que vas a triunfar y si las cosas no salen como esperabas, habrás aprendido una nueva manera de ser más exitoso y asertivo la proxima vez. Recuerda que eres un ser espiritual y viniste aquí a trascender, a triunfar y a crecer, vence los miedos y las inseguridades, ¡Atrévete a ir por tus metas y, cuando las consigas, disfruta de tu éxito y de todo lo que Dios te regala diariamente!

¡Suelta el pasado, deja de preocuparte por el futuro, vive el presente, la vida es maravillosa y todo va a estar bien!

La verdad es lo que trasciende la aceptación y adaptación. En el camino que llamamos vida, existen muchas señalizaciones. La meta es llegar a nosotros mismos, a lo largo de una travesía en que muchas veces caemos en confusión y desconocimiento. Es necesario atizar el interés en las personas para que podamos recordar quienes somos en realidad y descubrir que la abundancia, plenitud y felicidad son alcanzables.
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